En este trabajo se relatan las vivencias de una mujer, enfermera de salud del trabajador en una institución pública del sur del Brasil. (Escribir en castellano es una forma de resistencia a la situación vivida).
Pensando en una circunstancia de asedio moral en una institución pública, tal vez la siguiente noticia sería un posible “final feliz”:
Pero no lo fue …
En noviembre de 2021 fui llamada para ocupar un cargo de enfermera especialista en salud ocupacional en una institución pública de un estado diferente del que vivía. Me sentí muy feliz porque era exactamente el trabajo que quería y para el que me había preparado con mucho esmero, realizando dos especializaciones en el área de salud ocupacional.
Desde toda la vida, las situaciones de injusticia social me provocaron mucha preocupación y tristeza. En el ámbito del trabajo considero inaceptable que en pleno siglo XXI las personas mueran o se enfermen por causa de su trabajo. En aquel noviembre era implantado el primer equipo de salud ocupacional en la institución. Fuimos la ingeniera y yo que entramos primero y al mes, se integraron un psicólogo y un técnico de seguridad del trabajo. El médico especialista en salud ocupacional ya hacía parte del hospital y realizaba atendimientos en el ambulatorio. La implantación de los equipos de salud ocupacional era un requerimiento del Ministerio Público del Trabajo, que ya había intimado a la Secretaría del Estado a cumplir la normativa en derecho de los trabajadores.
Un gran desafío para el equipo que era el primero en ejercer en la maternidad la responsabilidad de colocar la situación de la institución en las normas del trabajo. Existían en esa época reuniones diarias no hall de la institución, donde los jefes de cada sector traían realidades como la ocupación de camas, falta de medicamentos o materiales y otras novedades. Esa comunicación generaba soluciones a procesos agilizando la administración.
Como enfermera del trabajo en el recién formado equipo, me correspondió participar de las reuniones para informar las acciones que estaban siendo implementadas desde el sector. Natural de Uruguay, vivo en Brasil hace más de 20 años, pero hasta ahora mi acento, o lo que en portugués se denomina “sotaque” está muy presente en mi lenguaje. Hasta ese momento esa característica no había generado problemas en mi comunicación, sin embargo en esa situación fué el motivo de la amenaza de despido por parte de la dirección. Las primeras veces que la directora dijo eso pensé que era una broma, hasta la vez en que lo dijo muy claramente y envolviendo otras personas que estaban presentes; - “se você não muda seu sotaque eu vou te demitir, e XXX (dirigindo se à pessoa que estava do lado) sabe muito bem que quando eu digo uma coisa, eu cumpro”. Desolada, no conseguí controlar las lágrimas. Era viernes y eso me ayudó, pues me dió tiempo de recuperarme emocionalmente y decidir qué hacer. No creyendo en los efectos reales de posibles denuncias a nivel legal, pensé en no tomar ninguna actitud pero, al mismo tiempo, no me imaginaba poder trabajar con el miedo inminente al despido ni con la falta de dignidad que eso simbolizaba. Además, me siento referencia para varias personas, dentro de ellas, mis hijas, mujeres trabajadoras.
Decidí entonces, que lo mejor sería hablar de lo sucedido en la reunión de los jefes en la mañana del lunes. Recuerdo que comenté esa decisión con solo dos enfermeras con las cuales me había sentido identificada, ellas me aconsejaron a “NO” decir nada, a “NO” hablar, se podía observar asi el grado de miedo que imperaba en la maternidad. Pero, superando mis terrores y con la posibilidad de ser despedida de cualquier forma, tomé coraje y en aquella reunión coloqué mi situación en público: -“colegas, queria pedir o favor de, se não entenderem o que falo, solicitar para repetir minhas palavras pois segundo a direção, vocês não entendem o que falo e por isso está a possibilidade de eu ser demitida”
En ese momento las personas se mostraron muy contrariadas y me dieron su apoyo. Diciendo que eso no era posible, que era xenofobia … etc. Pero, lo más importante surgió después de la reunión, cuando salí para la sala y detrás de mí vinieron varias personas a contarme que ellas también estaban sufriendo con amenazas, humillaciones, asedio moral, descalificaciones e insultos. Así, la situación cambió radicalmente, ya no era un problema individual, era un problema colectivo de salud de las trabajadoras y me envolvía como profesional de salud ocupacional.
A partir de ahí, nos organizamos y fuimos al Ministerio Público realizando una acción colectiva. Comenzaron entonces las dificultades burocráticas que demandaban energía y recursos y en ese momento decidí apoyar a las colegas como testigo y no encabezar la denuncia, pues pensé que iria ser más útil para la salud de más trabajadoras dentro de la institución como enfermera del trabajo que demitida llevando adelante un proceso legal incierto.
Las represalias no se hicieron esperar, la dirección cambió la coordinación del equipo colocando un profesional de confianza como jefe. De esa forma, consiguió impedir que participase en las reuniones sacándome el protagonismo dentro de la institución. Los colegas pasaron a actuar como personal de confianza en esa relación, vigilando y cuestionando todas mis acciones. Logré superar el sentimiento de humillación y descalificación gracias al foco en mi objetivo: la salud de las trabajadoras y trabajadores y coloque mi dedicación en los atendimientos de enfermería y como gestora y terapeuta de las PICs (Práticas Integrativas e Complementares) siendo lo que me sustentó emocionalmente estos dos años y medio en esa institución.
La naturalización de situaciones de violencia, el miedo al despido u otras represalias impide a muchas personas de manifestarse contra esas violencias.
El asedio moral y todas las humillaciones costaron nuestra salud mental, con cuadros de ansiedad, depresión, ideas de autoeliminación y la necesidad de tratamientos para enfrentar esas situaciones. A la sociedad le costó muchos recursos también, como los referentes a atestados por enfermedad y sustituciones de profesionales.
En este proceso buscamos el reconocimiento y conciencia de la maldad de los actos de humillación, asedio moral y otras faltas de respeto cometidas por los autores, para que no se repitan que, como se puede leer en la noticia, no fué un hecho que hasta ahora no aconteció.
Sabiendo que eventos así afectan la salud de muchas personas, pensamos en esta acción y su divulgación como una medida de ejemplo e inhibición de situaciones iguales que afecten la dignidad y salud de otros trabajadores y trabajadoras.